HISTORIA DE LA PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN
De cara a los feligreses que habían asistido al acto, el sacerdote pronunció las palabras: Ite, Missa est, idos la misa ha terminado, con las que concluía la primera celebración de la Eucaristía que se llevaba a cabo en el recién levantado templo que los vecinos de la aldea de Guadarmes habían erigido en el mismo centro de la población. Este hecho bien pudiera haberse producido en los últimos años del siglo XIV o primeros del XV, coincidentes con el mismo periodo de gestación de la aldea, y estaríamos hablando de una pequeña y pobre construcción en sintonía con el ambiente urbano en el que se asentaba. Así pues parece ser que desde el mismo momento que fue configurándose la aldea, sus moradores decidieron levantar una Iglesia para atender a sus necesidades espirituales, a la que en determinados días se acercaría un cura de la cercana villa de la Puebla de San Juan de Chillón para ejercer su ministerio, hasta que el Obispo de Córdoba dispusiera enviar un clérigo propio a la Aldea. Pero esta iglesia no alcanzaría la categoría de Parroquia hasta principios del siglo XV, según el criterio del historiador Iluminado Sanz Sancho, quien señala, haciendo referencia a la red parroquial rural del Obispado de Córdoba en torno al año 1275, que “...la comarca de Chillón, tradicional y posteriormente señorial, comprendía el Lugar de Los Palacios de Guadalmez , que en un momento indeterminado, seguramente a principios del siglo XV, alcanzaría entidad poblacional suficiente como para formar una parroquia.”1, y más concretamente, en relación a la parroquia de Los Palacios de Guadalmez, afirma: “Tanto el nombre de la población como el titular de la parroquia denotan un anterior estadio de simple lugar o asentamiento menor que en su desarrollo alcanzó la categoría de parroquia, seguramente en el siglo XV y con los cuidados de los señores de Chillón.”2
La titularidad de la parroquia estaba bajo la advocación de los mártires Fabián y Sebastián, ambos santos considerados abogados contra la peste que durante los años en los que se fue constituyendo la parroquia, asolaron la comarca y el reino cordobés. Así se desprende de los libros guardados en el archivo, y concretamente del libro 2 que da comienzo en 1622: “…De este lugar de los Palacios de Guadalmes y su parroquia de los gloriosos mártires San Fabián y San Sebastián...”. Aunque posteriormente, y a partir de 1706, sólo aparece mencionado como único titular de la parroquia, San Sebastián:“De la parroquia del señor San Sebastián de dicho lugar de los Palacios de Guadalmes...” [3]
Se encontraba encuadrada dentro del Arcedianato de Pedroche, en el Obispado de Córdoba y aparece ya como iglesia individualizada de la de Chillón en los Estatutos de Fresneda, pues en ambas poseían un préstamo los racioneros y compañeros de la catedral. Por su parte, las Constituciones Sinodales del Obispo Alarcón dicen que la fábrica de Chillón pagaba un situado a la de Palacios de Guadalmez, que era aneja suya. Esta parroquia extendía su jurisdicción eclesiástica no sólo a la aldea de Guadalmes sino también a los lugares de Casas de la Zarza y Vega de San Ildefonso.
La Parroquia, del latín “parochia”, y a su vez del griego “paroikia”, viene a significar “los que viven junto a” o “habitan en vecindad” y surgirán como una forma de adaptar la acción de la primitiva comunidad urbana a las zonas rurales recién evangelizadas, aunque con el tiempo se irá convirtiendo en una institución jerárquica donde los fieles de un territorio estarán ligados a un párroco que será quien realice todas las funciones pastorales: bautismo, comunión pascual, confesión anual, bendición del consentimiento conyugal, viático, unción y funerales. Será necesario el consentimiento del Obispo para poder erigir una nueva parroquia, y tras la reforma tridentina de 1563, el pastor, que deberá conocer a sus ovejas, tendrá que residir en el territorio y cuidar del ministerio de la palabra (predicación e instrucción religiosa) y del ministerio de los sacramentos.
Este primitivo templo de finales del siglo XIV, presentaba entorno a 1580 un aspecto ruinoso, a tenor de las declaraciones de los mismos visitadores del Obispado, por lo que la aldea de los Palacios de Guadalmez pedirá la ayuda del Obispo, y éste, viendo la urgente necesidad de construir uno nuevo llamará a su mejor arquitecto, Hernán Ruiz III, que acababa de terminar la bóveda del presbiterio de la Mezquita-Catedral, para que realice los planos de la nueva Iglesia. Este Hernán Ruiz III, era hijo de Hernán Ruiz el Joven, y a su vez, nieto de Hernán Ruiz el Viejo, saga de arquitectos de origen burgalés que se establecerá en Córdoba al ser llamado Hernán Ruiz el Viejo para iniciar las obras de la nueva Catedral dentro de la antigua mezquita califal en 1523. A su nieto se debe la conclusión, junto al arquitecto Juan de Ochoa, de las obras de la Mezquita-Catedral y la remodelación de su antiguo minarete, así como la Puerta del Puente, junto al río Guadalquivir.
Por el trabajo de los planos del nuevo templo, la aldea se compromete a pagarle cinco ducados, tal y como se recoge en una anotación de una visita realizada en agosto de 1585 a la parroquia:
“...pagó a Hernán Ruiz, maestro mayor deste obispado, por la traza que dio para la obra que se ha de fazer nueva en esta Iglesia cinco ducados...”[4]
Las obras debieron comenzar ese mismo año de 1585, y en 1589 aún no habían concluido, aunque en la visita general efectuada a mediados de julio de ese año, el doctor Lope de Ribera nos va a proporcionar una magnífica descripción del nuevo templo:
“... la dicha iglesia está para acabar de edificar, tiene la capilla mayor acabada de bobeda y lazo, y es de una nabe toda la iglesia e un arco atrabeçado por el cuerpo della con otro de la colateral de la capilla, es de madera el techo, ay otros dos arcos, el techo por hazer cubierto con rama e faxina de monte e madera tosca con corteza y otro en blanco, falta otro por hazer para acabar la dicha iglesia y en ella ay buena cantidad de cal e ladrillo, apuntalada la parte de la iglesia bieja con puntales de madera e la iglesia sin solar...”[5]
Como vemos, el edificio diseñado por Hernán Ruiz III, sigue las trazas renacentistas de la época, con una planta basilical de una sola nave, con el coro a los pies, ábside rectangular y cubierta de madera apoyada sobre arcos apuntados de mampostería. Estos arcos presentarán unos contrafuertes muy acusados al exterior, siendo de estructura cilíndrica los dos adosados al ábside. A los pies del edificio, mirando a poniente, se levantará una espadaña típica con cuatro ojos de campanas y un campanil pequeño a modo de remate.
Siguiendo la orientación marcada por la norma general adoptada en la mayoría de iglesias de tradición románica, el ábside se orientará hacia el este, lugar de nacimiento del sol y símbolo de la Resurrección y la Natividad, el coro lo hará hacia el oeste, punto por donde se pone el sol y que la simbología asimila a la Crucifixión y al Juicio Final. En el lateral norte, relacionado con el frío y el Antiguo Testamento, se construirá el cementerio, y en el sur, que se va a identificar con el Nuevo Testamento, se abrirá la puerta principal, llamada generalmente del mediodía.
Ya fuese por la pobreza de los materiales utilizados, la mala realización de las obra o el simple transcurrir de los años, el caso es que la parroquia sufrirá un sinfín de reparaciones y arreglos a lo largo de su dilatada historia. Cincuenta años después de su construcción, en 1639, el templo vuelve a presentar un lamentable aspecto y se van a hacer necesarios diversas obras de reparación por un valor de 178 reales de vellón, justificadas en la siguiente declaración:
“... mas se descargan çiento y setenta y ocho reales que gasto en adereçar la nave de la iglesia y adereçar la capilla y tejados y encalar los caballetes y quatrovientos la cual obra y reparo hizo en virtud de mandamiento y licencia de Don Francisco de Torres que dio estando en visita en dicha villa y que vio la necesidad que tenia de dicho reparo y en esta cantidad entren ocho reales de un palo que se puso de alto abajo en la escalera de la torre y dos reales de la dicha licencia...”[6]
Por orden del Obispo, en el año de 1643 se construye una nueva sacristía adosada a su lateral norte, junto al recinto utilizado como camposanto, y cuyas obras se realizarán a lo largo de 23 días, por un importe de 1.103 reales, de los cuales 287 cobrará el maestro de la obra, 54 reales por el coste de una reja nueva y el resto se gastará en pagar peones, ladrillos, tejas... Esta sacristía se comunicará con el cementerio mediante un vano con arco de medio punto que se practicará en su lateral oeste y en 1648 se construirá adosada a ella un Archivo donde poder guardar los libros y papeles de la parroquia, de las Capellanías y de las diferentes Cofradías. Para ello se emplearán 600 tejas y 800 ladrillos y el desglose de su importe vendrá detallado en la siguiente anotación:
“... ochenta y siete reales y medio que se gastaron en hazer un archivo en la sacristía para las escrituras de censo y fundaciones de capellanías y demas papeles en el maestro y materiales...pongasele en cuenta tres çientos i quarenta y quatro reales que costo entrastejar toda la iglesia y sacristía y en ellos entran los materiales de cal, tierra, peones, maestro pero no la teja...”[7]
Las reparaciones continuarán en 1652, con un coste de 75 reales, en 1655 con 124 reales y en 1658, con el blanqueo de la Iglesia por el maestro albañil Santiago Medina, por un importe total de 448 reales de vellón. En el año de 1662 se hará necesaria la reparación del campanario, lo que originará un gasto de 64 reales, además de colocar una puerta a la sacristía que ascenderá a 15 reales. Pero tras tener el campanario en buenas condiciones, en 1673, se quebrará una de las campanas, lo que obligará al vicario a contratar a un campanero, que se tendrá que trasladar a la aldea para fundir una nueva campana, cobrando por ello 360 reales, de los cuales 150 reales fueron aportados por la Cofradía del Rosario y 100 por la del Santísimo Sacramento. Esta colaboración de las Cofradías en la ornamentación de la Iglesia se hará más patente en la realización del retablo parroquial, obra que costeará íntegramente la Cofradía del Santísimo Sacramento, la más poderosa económicamente. En 1687, Gonzalo Muñoz Bejarano, mayordomo de la Cofradía anota un gato de 780 reales por la construcción de un retablo:
“lo primero da por descargo setecientos y ochenta reales que importo el retablo que se hizo para el altar mayor...”[8]
A esta cantidad hay que sumarle otros 63 reales pagados al año siguiente tras su realización y los 114 que deben desembolsar para pagar a Juan Salado Alamillo, pintor de la villa de Chillón, por el trabajo realizado en su decoración en el año de 1688. Con estos datos proporcionados por las anotaciones de gastos de la Cofradía podemos dilucidar, en líneas generales, las características del mencionado retablo, realizado en madera y dividido en tres calles por columnas y capiteles. Sus paneles debieron contener decoración pictórica con escenas de temática sagrada, realizadas por Juan Salado, y varias hornacinas para alojar las tallas de madera policromada de la virgen del Rosario, San Sebastián y Santiago.
En 1690, Diego Murillo, mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento por aquellos años, contratará a Juan Marías, maestro dorador de la villa de Agudo, para que se encargue de dorar el retablo, en el cual “... ha de poner todo surtimento de oro y materiales de que necesite dicho retablo...”[9], trabajo que se desarrollará entre el 16 de noviembre de 1690 y el 3 de mayo de 1691 y que supondrá un importe de 950 reales. De ellos, la cantidad de 465 reales serán destinados a la compra del oro:
“...lo primero da por descargo dicho mayordomo quatroçientos y sesenta y cinco reales que dio a el dorador para comprar el oro para dorar el retablo como consta en el recibo de dicho dorador...”[10]
Unos años antes, en 1688 se va a dorar la peana del Santísimo Sacramento, por importe de 48 reales de vellón y se colocará por 6 reales una nueva cerradura al sagrario. Todo este gasto en adornos y ornamentación de la parroquia, parece que vendrá motivado por un mandato del visitador Don Antonio Maldonado tras su paso por la aldea en el año de 1680:
“... vea y reconozca la dicha iglesia y los ornamentos de que necesite la santísima imagen de nuestra señora de los Remedios y el altar mayor de dicha parroquial donde se sirve la cofradía del Santísimo Sacramento unida con la de los Remedios y todo lo que fuere necesario hazer para adorno de dicha ermita y altar mayor parroquial... y especialmente su sagrario de madera dorado pequeño... por estar el que ay de presente muy indecente y maltratado...”[11]
Una vez embellecida la Iglesia, en 1690, la bóveda de la capilla mayor se va a venir abajo, según una anotación en el Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia, “...veinte reales de traer arena y tierra para la boveda por que estaba hundida...”[12], lo que obligará a nuevas restauraciones a lo largo de cuatro días, cifradas en 252 reales, entre los que se incluyen los 70 cobrados por el maestro albañil y los 64 reales de cuatro peones. Obras que continuarán en 1711, bajo la dirección de Francisco Rodríguez, maestro albañil, por un importe de 854 reales y las más contundentes, llevadas a cabo en 1717 por el maestro Juan Lorenzo, con un elevado gasto de 3.264 reales. Tras esta última remodelación, parece que la estructura de la Iglesia afrontará el paso de los años en un estado aceptable, hasta que en 1899 el obispo de Ciudad Real, Don Casimiro Piñero, ordene reconstruir de nuevo la bóveda del presbiterio, pues “se encuentra en estado ruinoso...”[13].
Respecto a la ornamentación de este templo, y siguiendo el inventario llevado a cabo en 1715 por los vicarios D. Pedro de los Santos y D. Diego López Arcaios[14], ésta consistía, en primer lugar, en un retablo de madera dorada, sito en el altar Mayor, donde se custodiaba el sagrario y las imágenes en madera tallada y policromada de San Sebastián y San Fabián, como santos titulares de la parroquia. En los altares laterales se veneraba a las imágenes, también en madera policromada, de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la aldea, y de la Virgen de Gracia, adornando un lienzo de San José y otro de un “Ecce Homo”, así como una lámina del “Descendimiento de la Cruz” y otra de “Jesús, María y José” (Sagrada Familia), el resto de capillas. También se situaba en el altar mayor un “tenebrario” o candelero de 13 velas o cirios, un atril de coro, un acetre y su hisopo y una lámpara de azófar, para iluminar el Sagrario, donde se guardaba una custodia y dos copones de plata. Por la nave del templo, y para su iluminación, se repartían doce candeleros pequeños de azófar y diez ciriales de palo, y en ella existían además dos cancelas para confesar, una silla de banqueta negra, una rueda con nueve campanillas y un banco para colocar las hachas de cera. A los pies del coro había una escalera de madera para poder subir al campanario.
La titularidad de la parroquia estaba bajo la advocación de los mártires Fabián y Sebastián, ambos santos considerados abogados contra la peste que durante los años en los que se fue constituyendo la parroquia, asolaron la comarca y el reino cordobés. Así se desprende de los libros guardados en el archivo, y concretamente del libro 2 que da comienzo en 1622: “…De este lugar de los Palacios de Guadalmes y su parroquia de los gloriosos mártires San Fabián y San Sebastián...”. Aunque posteriormente, y a partir de 1706, sólo aparece mencionado como único titular de la parroquia, San Sebastián:“De la parroquia del señor San Sebastián de dicho lugar de los Palacios de Guadalmes...” [3]
Se encontraba encuadrada dentro del Arcedianato de Pedroche, en el Obispado de Córdoba y aparece ya como iglesia individualizada de la de Chillón en los Estatutos de Fresneda, pues en ambas poseían un préstamo los racioneros y compañeros de la catedral. Por su parte, las Constituciones Sinodales del Obispo Alarcón dicen que la fábrica de Chillón pagaba un situado a la de Palacios de Guadalmez, que era aneja suya. Esta parroquia extendía su jurisdicción eclesiástica no sólo a la aldea de Guadalmes sino también a los lugares de Casas de la Zarza y Vega de San Ildefonso.
La Parroquia, del latín “parochia”, y a su vez del griego “paroikia”, viene a significar “los que viven junto a” o “habitan en vecindad” y surgirán como una forma de adaptar la acción de la primitiva comunidad urbana a las zonas rurales recién evangelizadas, aunque con el tiempo se irá convirtiendo en una institución jerárquica donde los fieles de un territorio estarán ligados a un párroco que será quien realice todas las funciones pastorales: bautismo, comunión pascual, confesión anual, bendición del consentimiento conyugal, viático, unción y funerales. Será necesario el consentimiento del Obispo para poder erigir una nueva parroquia, y tras la reforma tridentina de 1563, el pastor, que deberá conocer a sus ovejas, tendrá que residir en el territorio y cuidar del ministerio de la palabra (predicación e instrucción religiosa) y del ministerio de los sacramentos.
Este primitivo templo de finales del siglo XIV, presentaba entorno a 1580 un aspecto ruinoso, a tenor de las declaraciones de los mismos visitadores del Obispado, por lo que la aldea de los Palacios de Guadalmez pedirá la ayuda del Obispo, y éste, viendo la urgente necesidad de construir uno nuevo llamará a su mejor arquitecto, Hernán Ruiz III, que acababa de terminar la bóveda del presbiterio de la Mezquita-Catedral, para que realice los planos de la nueva Iglesia. Este Hernán Ruiz III, era hijo de Hernán Ruiz el Joven, y a su vez, nieto de Hernán Ruiz el Viejo, saga de arquitectos de origen burgalés que se establecerá en Córdoba al ser llamado Hernán Ruiz el Viejo para iniciar las obras de la nueva Catedral dentro de la antigua mezquita califal en 1523. A su nieto se debe la conclusión, junto al arquitecto Juan de Ochoa, de las obras de la Mezquita-Catedral y la remodelación de su antiguo minarete, así como la Puerta del Puente, junto al río Guadalquivir.
Por el trabajo de los planos del nuevo templo, la aldea se compromete a pagarle cinco ducados, tal y como se recoge en una anotación de una visita realizada en agosto de 1585 a la parroquia:
“...pagó a Hernán Ruiz, maestro mayor deste obispado, por la traza que dio para la obra que se ha de fazer nueva en esta Iglesia cinco ducados...”[4]
Las obras debieron comenzar ese mismo año de 1585, y en 1589 aún no habían concluido, aunque en la visita general efectuada a mediados de julio de ese año, el doctor Lope de Ribera nos va a proporcionar una magnífica descripción del nuevo templo:
“... la dicha iglesia está para acabar de edificar, tiene la capilla mayor acabada de bobeda y lazo, y es de una nabe toda la iglesia e un arco atrabeçado por el cuerpo della con otro de la colateral de la capilla, es de madera el techo, ay otros dos arcos, el techo por hazer cubierto con rama e faxina de monte e madera tosca con corteza y otro en blanco, falta otro por hazer para acabar la dicha iglesia y en ella ay buena cantidad de cal e ladrillo, apuntalada la parte de la iglesia bieja con puntales de madera e la iglesia sin solar...”[5]
Como vemos, el edificio diseñado por Hernán Ruiz III, sigue las trazas renacentistas de la época, con una planta basilical de una sola nave, con el coro a los pies, ábside rectangular y cubierta de madera apoyada sobre arcos apuntados de mampostería. Estos arcos presentarán unos contrafuertes muy acusados al exterior, siendo de estructura cilíndrica los dos adosados al ábside. A los pies del edificio, mirando a poniente, se levantará una espadaña típica con cuatro ojos de campanas y un campanil pequeño a modo de remate.
Siguiendo la orientación marcada por la norma general adoptada en la mayoría de iglesias de tradición románica, el ábside se orientará hacia el este, lugar de nacimiento del sol y símbolo de la Resurrección y la Natividad, el coro lo hará hacia el oeste, punto por donde se pone el sol y que la simbología asimila a la Crucifixión y al Juicio Final. En el lateral norte, relacionado con el frío y el Antiguo Testamento, se construirá el cementerio, y en el sur, que se va a identificar con el Nuevo Testamento, se abrirá la puerta principal, llamada generalmente del mediodía.
Ya fuese por la pobreza de los materiales utilizados, la mala realización de las obra o el simple transcurrir de los años, el caso es que la parroquia sufrirá un sinfín de reparaciones y arreglos a lo largo de su dilatada historia. Cincuenta años después de su construcción, en 1639, el templo vuelve a presentar un lamentable aspecto y se van a hacer necesarios diversas obras de reparación por un valor de 178 reales de vellón, justificadas en la siguiente declaración:
“... mas se descargan çiento y setenta y ocho reales que gasto en adereçar la nave de la iglesia y adereçar la capilla y tejados y encalar los caballetes y quatrovientos la cual obra y reparo hizo en virtud de mandamiento y licencia de Don Francisco de Torres que dio estando en visita en dicha villa y que vio la necesidad que tenia de dicho reparo y en esta cantidad entren ocho reales de un palo que se puso de alto abajo en la escalera de la torre y dos reales de la dicha licencia...”[6]
Por orden del Obispo, en el año de 1643 se construye una nueva sacristía adosada a su lateral norte, junto al recinto utilizado como camposanto, y cuyas obras se realizarán a lo largo de 23 días, por un importe de 1.103 reales, de los cuales 287 cobrará el maestro de la obra, 54 reales por el coste de una reja nueva y el resto se gastará en pagar peones, ladrillos, tejas... Esta sacristía se comunicará con el cementerio mediante un vano con arco de medio punto que se practicará en su lateral oeste y en 1648 se construirá adosada a ella un Archivo donde poder guardar los libros y papeles de la parroquia, de las Capellanías y de las diferentes Cofradías. Para ello se emplearán 600 tejas y 800 ladrillos y el desglose de su importe vendrá detallado en la siguiente anotación:
“... ochenta y siete reales y medio que se gastaron en hazer un archivo en la sacristía para las escrituras de censo y fundaciones de capellanías y demas papeles en el maestro y materiales...pongasele en cuenta tres çientos i quarenta y quatro reales que costo entrastejar toda la iglesia y sacristía y en ellos entran los materiales de cal, tierra, peones, maestro pero no la teja...”[7]
Las reparaciones continuarán en 1652, con un coste de 75 reales, en 1655 con 124 reales y en 1658, con el blanqueo de la Iglesia por el maestro albañil Santiago Medina, por un importe total de 448 reales de vellón. En el año de 1662 se hará necesaria la reparación del campanario, lo que originará un gasto de 64 reales, además de colocar una puerta a la sacristía que ascenderá a 15 reales. Pero tras tener el campanario en buenas condiciones, en 1673, se quebrará una de las campanas, lo que obligará al vicario a contratar a un campanero, que se tendrá que trasladar a la aldea para fundir una nueva campana, cobrando por ello 360 reales, de los cuales 150 reales fueron aportados por la Cofradía del Rosario y 100 por la del Santísimo Sacramento. Esta colaboración de las Cofradías en la ornamentación de la Iglesia se hará más patente en la realización del retablo parroquial, obra que costeará íntegramente la Cofradía del Santísimo Sacramento, la más poderosa económicamente. En 1687, Gonzalo Muñoz Bejarano, mayordomo de la Cofradía anota un gato de 780 reales por la construcción de un retablo:
“lo primero da por descargo setecientos y ochenta reales que importo el retablo que se hizo para el altar mayor...”[8]
A esta cantidad hay que sumarle otros 63 reales pagados al año siguiente tras su realización y los 114 que deben desembolsar para pagar a Juan Salado Alamillo, pintor de la villa de Chillón, por el trabajo realizado en su decoración en el año de 1688. Con estos datos proporcionados por las anotaciones de gastos de la Cofradía podemos dilucidar, en líneas generales, las características del mencionado retablo, realizado en madera y dividido en tres calles por columnas y capiteles. Sus paneles debieron contener decoración pictórica con escenas de temática sagrada, realizadas por Juan Salado, y varias hornacinas para alojar las tallas de madera policromada de la virgen del Rosario, San Sebastián y Santiago.
En 1690, Diego Murillo, mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento por aquellos años, contratará a Juan Marías, maestro dorador de la villa de Agudo, para que se encargue de dorar el retablo, en el cual “... ha de poner todo surtimento de oro y materiales de que necesite dicho retablo...”[9], trabajo que se desarrollará entre el 16 de noviembre de 1690 y el 3 de mayo de 1691 y que supondrá un importe de 950 reales. De ellos, la cantidad de 465 reales serán destinados a la compra del oro:
“...lo primero da por descargo dicho mayordomo quatroçientos y sesenta y cinco reales que dio a el dorador para comprar el oro para dorar el retablo como consta en el recibo de dicho dorador...”[10]
Unos años antes, en 1688 se va a dorar la peana del Santísimo Sacramento, por importe de 48 reales de vellón y se colocará por 6 reales una nueva cerradura al sagrario. Todo este gasto en adornos y ornamentación de la parroquia, parece que vendrá motivado por un mandato del visitador Don Antonio Maldonado tras su paso por la aldea en el año de 1680:
“... vea y reconozca la dicha iglesia y los ornamentos de que necesite la santísima imagen de nuestra señora de los Remedios y el altar mayor de dicha parroquial donde se sirve la cofradía del Santísimo Sacramento unida con la de los Remedios y todo lo que fuere necesario hazer para adorno de dicha ermita y altar mayor parroquial... y especialmente su sagrario de madera dorado pequeño... por estar el que ay de presente muy indecente y maltratado...”[11]
Una vez embellecida la Iglesia, en 1690, la bóveda de la capilla mayor se va a venir abajo, según una anotación en el Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia, “...veinte reales de traer arena y tierra para la boveda por que estaba hundida...”[12], lo que obligará a nuevas restauraciones a lo largo de cuatro días, cifradas en 252 reales, entre los que se incluyen los 70 cobrados por el maestro albañil y los 64 reales de cuatro peones. Obras que continuarán en 1711, bajo la dirección de Francisco Rodríguez, maestro albañil, por un importe de 854 reales y las más contundentes, llevadas a cabo en 1717 por el maestro Juan Lorenzo, con un elevado gasto de 3.264 reales. Tras esta última remodelación, parece que la estructura de la Iglesia afrontará el paso de los años en un estado aceptable, hasta que en 1899 el obispo de Ciudad Real, Don Casimiro Piñero, ordene reconstruir de nuevo la bóveda del presbiterio, pues “se encuentra en estado ruinoso...”[13].
Respecto a la ornamentación de este templo, y siguiendo el inventario llevado a cabo en 1715 por los vicarios D. Pedro de los Santos y D. Diego López Arcaios[14], ésta consistía, en primer lugar, en un retablo de madera dorada, sito en el altar Mayor, donde se custodiaba el sagrario y las imágenes en madera tallada y policromada de San Sebastián y San Fabián, como santos titulares de la parroquia. En los altares laterales se veneraba a las imágenes, también en madera policromada, de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la aldea, y de la Virgen de Gracia, adornando un lienzo de San José y otro de un “Ecce Homo”, así como una lámina del “Descendimiento de la Cruz” y otra de “Jesús, María y José” (Sagrada Familia), el resto de capillas. También se situaba en el altar mayor un “tenebrario” o candelero de 13 velas o cirios, un atril de coro, un acetre y su hisopo y una lámpara de azófar, para iluminar el Sagrario, donde se guardaba una custodia y dos copones de plata. Por la nave del templo, y para su iluminación, se repartían doce candeleros pequeños de azófar y diez ciriales de palo, y en ella existían además dos cancelas para confesar, una silla de banqueta negra, una rueda con nueve campanillas y un banco para colocar las hachas de cera. A los pies del coro había una escalera de madera para poder subir al campanario.
Entre los utensilios litúrgicos de más valor, aparte de la custodia y los copones mencionados, la parroquia contaba con dos cálices y dos patenas, una cruz parroquial, dos vinajeras, un incensario y tres vasos para el óleo, todo ello elaborado en plata, siendo el resto de ornamentos de azófar o metal. El ajuar litúrgico se componía también de casullas, frontales de damasco, capas, albas, amitos, cíngulos, manteles para el altar mayor, estolas, manípulos, sobrepellices y varios palios, así como tres atriles con sus misales, un misal pequeño muy antiguo y un manual granadino.[15]
Ya en tiempos más recientes, durante el periodo de la II República, el alcalde del recién constituido municipio de Guadalmez, ordenará el cierre de la Iglesia y su acordonamiento, debido a que su mal estado podría constituir un serio peligro para sus feligreses, por lo que las funciones religiosas se llevarán a cabo en el inmueble nº 9 de la calle de Almadén. Y terminada la Guerra Civil, el templo volverá a ser abierto al público, aunque su situación seguirá siendo alarmante, por lo cual, en el año 1945 se le encargará al arquitecto madrileño Miguel Sánchez Conde la realización de un proyecto de reconstrucción del mismo. Según el análisis de daños evaluado por este arquitecto:
“…los contrafuertes de la fachada del mediodía están destrozados en su base en gran parte, habiendo arrastrado a los arcos y encontrándose en ruinas los de los pies y la parte de cubierta. El torreón del ábside de la parte sur está destrozado en su base. Las dos habitaciones de sacristía tienen su cubierta en ruinas…”[16]
Debido al alto presupuesto presentado por el arquitecto, cifrado en 152.987 pesetas con 15 céntimos, el primitivo proyecto va a sufrir notables modificaciones y recortes, como la construcción de un baptisterio abierto al exterior, a los pies del coro, pero a pesar de ello, esta reconstrucción significará el mayor cambio que sufrirá la Iglesia, desde el proyecto de Hernán Ruiz III de 1585, pasando la nave de los primitivos 19 a 23 metros de longitud y levantándose una nueva espadaña de dos ojos con orientación sur.
Estas obras se iniciarán en 1947, continuándose durante los meses de julio a septiembre de 1949 para llegar hasta su total cubierta, con un presupuesto de mano de obra de 14.300 pesetas, y realizadas en esta primera etapa por Francisco Cabello. La segunda parte, también bajo la dirección de Francisco Cabello, se llevará a cabo durante los mismos meses estivales de 1950, correspondiendo a esa etapa su enlucido interior, la construcción del Coro, la colocación del piso y la terminación de la sacristía, con un presupuesto en mano de obra de 12.600 pesetas. La última fase de las obras, bajo la supervisión de Rafael de la Paz, se corresponde con el año de 1951, en el que se erigirá la torre y se dará término a la Casa Rectoral en su planta alta. El 15 de agosto de 1950 será inaugurada y bendecida la nueva iglesia parroquial, con la asistencia del obispo-prior, doctor Echevarría, y del gobernador civil interiono, D. Evaristo Martín, según relata el diario ABC en su edición del 16 de septiembre de 1950:
“...NUEVO TEMPLO PARROQUIAL EN GUADALMEZ.
Almadén 15.- En la vecina población de Guadalmez ha sido inaugurada y bendecida la iglesia parroquial y su casa rectoral. Asistieron al acto, entre otras autoridades, el obispo prior de las Órdenes Militares, doctor Echevarría, y el gobernador civil interino y presidente de la Diputación, D. Evaristo Martín. De los pueblos cercanos acudieron para asistir a la ceremonia nutridas representaciones...”[17]
Para su ornamentación interior se contó con los donativos de varios vecinos de la localidad y del Obispo-Prior de Ciudad Real que aportó la totalidad de los ornamentos sagrados, un cáliz, un copón y 3.000 pesetas.
Por su parte, la Corporación Municipal adquirió la imagen de Jesús nazareno, pagada mediante un pequeño aumento impuesto a los vecinos en una adjudicación de arroz. También compró las andas de San Sebastián y el reloj de la torre, con un importe de 30.000 pesetas procedentes de la subasta de las partes de tierra del Quinto.
La pila bautismal, en mármol blanco, fue donada por D. Manuel Mendoza Ruiz y el Vía Crucis, D. Fernando Márquez de Prado. La familia Rayo compró la imagen de San José, Estanislá Sánchez, la de la Virgen del Carmen y María la de Marcelo, la del Resucitado. D. Emilio Márquez y señora regalarán la imagen de la Dolorosa, Eugenia Castro la lámpara del presbiterio y D. José Alcaraz y González, la cruz veleta de la torre. La imagen de la Virgen del Rosario se deberá a una donación de Pedro Moreno Quero, la de San Sebastián, a D. Domingo García, la Purísima de Reparado Chamorro, el Corazón de Jesús, de Santiago de la Gama y la de San Isidro Labrador será el pueblo quien la adquiera. La hermosa imagen del Crucificado situada en el Altar Mayor, se debe a un donante desconocido.
El gasto de la construcción de los altares laterales, cinco en total, correrá a cargo de sus correspondientes asociaciones, salvo el de San Antonio, costeado por D. Andrés Moreno, que también donó su imagen, y el altar del Nazareno, abonado por el Ayuntamiento.[18]
Paralelo a la gran proliferación de Cofradías que se experimentó durante los siglos XVI y XVII, habría que encuadrar también el auge que se produjo en la construcción de ermitas, diseminadas por los diferentes términos concejiles y dedicadas a vírgenes y santos, según las características propias de cada una de las poblaciones. Estos pequeños templos, a parte de acercar la religión a los labradores y ganaderos a sus mismos lugares de trabajo, enlazaban con la idealización campestre que se irá formando durante el Renacimiento con el desarrollo de romerías y salidas al campo.
En la pequeña aldea de Los Palacios de Guadalmez, a parte de su templo parroquial, se llegaron a levantar tres ermitas, desaparecidas desgraciadamente en la actualidad, esparcidas a lo largo del camino que de la aldea se dirigía a Chillón. La más antigua de ellas, parece ser que era la dedicada al Señor Santiago, pues ya a finales del siglo XVII se encontraba en ruinas, como lo atestigua una anotación de 1690 en el Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia:
“... item se cargan cien reales por los mismos en que se vendió una campana de la hermita del señor Santiago por estar hundida la hermita que la compró el obrero de Chillon...”[19]
Aunque es probable, que incluso antes, la referida ermita ya estuviera abandonada, por lo que se puede deducir de un apunte del año 1655, en el que al enumerar los bienes de la Cofradía del Santísimo Sacramento, aparecen reflejados entre los mismos “...una sabana de Santiago...la lengua de la campana de Santiago...”[20]. Es decir, por aquel año, la campana de la ermita no tenía su lengua ni existía motivación para repararla, situación que bien pudiera dar a entender el total abandono del templo.
Esta ermita se encontraba situada en la Nava, camino de la villa de Chillón, dando nombre con ello a aquel paraje que sería conocido como la Dehesa de Santiago de la Nava, y tras quedar en ruinas, la imagen del santo se trasladó a la Iglesia Parroquial de la aldea. Aparece mencionada por vez primera en las Relaciones de Felipe II del año 1591, junto al resto de ermitas que existían en el señorío de Chillón:
“...hay otras ermitas muy devotas como son San Juan Baptista y Santiago y Santo Elifonso...”
Cada año, el día de su festividad, los vecinos de Los Palacios de Guadalmez realizaban una procesión con la imagen del santo, cuyos gastos ayudaban a costear con las cantidades sobrantes del importe de los 30.000 maravedíes que debían reunir, tras la venta de las hierbas, para el pago del Censo Enfitéutico por las tierras de la Vega de Valdesapos, a tenor de lo narrado en un documento de abril de 1619:
“... En las tierras que nuestro Señor tiene en término del dicho Lugar los cuales dijeron que los bienes los poseen en virtud de un titulo y Escritura de censo perpetuo que dijeron de que pagan a Vuestra Excelencia Treinta mil maravedis de tributo cada año... y que algunos años le sobran doce u trece mil maravedis y estos los distribuyen en las necesidades que se producen en comun y en la procesion que se hace del señor Santiago...”[21]
Otra ermita, cuyo titular era también un santo, fue la dedicada a Santo Domingo de Silos, situada en Puerto Mellado, y por tanto muy cerca de la anterior. Esta no aparece mencionada en las Relaciones Topográficas de Felipe II, por lo que con toda probabilidad, se erigiese a principios del siglo XVII y que en el siglo XIX ya se encontraba en ruinas, según Pascual Madoz, quien asegura que su imagen, de piedra labrada, fue llevada a la parroquia de Chillón.
La tercera de estas ermitas fue la erigida en honor de Nuestra Señora de los Remedios, y por lo tanto de carácter mariano, culto a la Virgen que se vio favorecido durante los siglos XVI y XVII gracias al impulso dado por la Contrarreforma frente a los planteamientos protestantes, potenciando la Iglesia con todas sus fuerzas, la devoción a María. Con la reforma protestante se llegan a cuestionar algunos dogmas relacionados con la Madre de Dios, y no es de extrañar por ello, que el culto a la Virgen María se utilizase como arma contra el protestantismo, ya que los teólogos católicos vieron en la figura de la Virgen a la vencedora de las herejías. El tema mariano aparecerá entonces con profusión en el arte, sirviendo como elemento catequizador de primer orden.
Si bien el lugar exacto que ocupaba la ermita nos es desconocido, por las descripciones y menciones de la misma, éste debía estar situado junto al pueblo, en el camino de El Puerto y pegado al arroyo de la Gavia. Así se desprende de un contrato del año de 1749, que señala:
“... una cerca inmediata a dicho Lugar (Guadalmez) que esta entre cercas por cima de el lindando con el callejoncillo que entra por bajo de la hermita de Nuestra Señora de los Remedios y con las primeras casas que están caidas...”[22]
O en otros dos documentos similares, uno de 1764, y el segundo, cincuenta años más tarde, en 1797, en los que se añade:
“...cruzando desde lo alto del puerto que da vista a Guadalmes y siguiendo el camino que va de este pueblo (Chillón) a aquel Lugar (Guadalmez) que pasa por Nuestra Señora de los Remedios...”
“...bajo de un mismo cerco, este y el que se vende y por otra con callejón que entra de la Virgen y sale a la Dehesa...”[23]
Como ocurriera con la ermita de Santo Domingo de Silos, ésta de Nuestra Señora de los Remedios no aparece tampoco en las Relaciones Topográficas de Felipe II, de finales del siglo XVI, y las primeras referencias escritas que tenemos sobre ella son del 5 de enero de 1655, fecha en la que Pascual Sánchez Romero, mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento y patrono de la ermita, interpone una demanda contra el albacea testamentario de Alonso Gallego, ya difunto, por la apropiación de los bienes de dicha ermita, cuando desempeñó el cargo de patrono de la misma:
“...En el Lugar de Guadarmes jurisdicion de la villa de Chillon en cinco dias del mes de marzo de mill y seis çientos y cinquenta y zinco años ante mi el infraescripto y testigos deste parecieron presente de una parte Pascual Romero patrono de la hermita y fabrica de Nuestra Señora de los Remedios y de la otra Juan Muñoz Piçarroso albacea testamentario de Alonso Gallego difunto, moradores en el dicho Lugar...”[24]
Gracias al referido documento, sabemos que la construcción de la ermita es anterior al año de 1654, es decir, el año en el que Alonso Gallego fue patrono de la misma, y otro dato que vendría a corroborar la existencia de la ermita a principios del siglo XVII, será la necesidad de llevar a cabo una reforma en el templo en el año de 1678, debido al mal estado que por esas fechas presentaba. Las obras emplearon a un maestro albañil y tres peones y supusieron un coste de 266 reales, repartidos de la forma siguiente:
“... çien reales que se le dieron a un albañil por adereçar la hermita de Nuestra Señora de los Remedios.
- más nobenta y un real que se pago a tres peones.
- mas quinçe reales de traer la cal y arena
- mas quarenta y quatro reales que costo la cal
- mas diez y ocho reales de setenta y dos tejas...”[25]
Si analizamos los materiales utilizados en la reconstrucción, se podría tener una idea de cómo debió ser la citada ermita, como un edificio de piedra, ya que en la anterior relación no se mencionan los ladrillos, unidas por argamasa de cal y techumbre cubierta de teja, sobre la que se levantaría una pequeña espadaña donde estaba colocada la campana de la ermita. Sabemos de su existencia, por que en 1695 se registra un gasto de 10 reales por aderezar la campana de la citada ermita: “... diez reales que costó el adereço de la campana de la hermita de Nuestra Señora de los Remedios...”[26]
La construcción de la ermita y la devoción a la Virgen de los Remedios debió ser impulsada desde la Cofradía del Santísimo Sacramento, ya que los mayordomos de dicha Cofradía asumían también el cargo de patronos de la ermita, y era la propia Cofradía quien sufragaba los gastos de cera y aceite que se consumían en la ermita, así como quien se hizo cargo de los gastos de su reconstrucción en 1678. También en los inventarios de bienes de la Cofradía aparecen siempre mezclados bienes de Nuestra Señora de los Remedios, y son sus mayordomos quienes adquieran los vestidos de la Virgen, que en el año de 1655 contaba con uno de Damasco Blanco y tres años más tarde se adquirió otro nuevo.
Por lo que respecta al momento de su desaparición, lo más lógico es pensar que debió suceder a finales del siglo XIX, pues aún en 1865 aparecen referencias a la Virgen de los Remedios, como en el testamento que hicieron Joaquín Pizarro y Águeda Rayo, en el que se señala:
“mandamos que a la Virgen de los Remedios de esta aldea, que retocamos y vestimos a nuestra costa...”[27]
Ya en tiempos más recientes, durante el periodo de la II República, el alcalde del recién constituido municipio de Guadalmez, ordenará el cierre de la Iglesia y su acordonamiento, debido a que su mal estado podría constituir un serio peligro para sus feligreses, por lo que las funciones religiosas se llevarán a cabo en el inmueble nº 9 de la calle de Almadén. Y terminada la Guerra Civil, el templo volverá a ser abierto al público, aunque su situación seguirá siendo alarmante, por lo cual, en el año 1945 se le encargará al arquitecto madrileño Miguel Sánchez Conde la realización de un proyecto de reconstrucción del mismo. Según el análisis de daños evaluado por este arquitecto:
“…los contrafuertes de la fachada del mediodía están destrozados en su base en gran parte, habiendo arrastrado a los arcos y encontrándose en ruinas los de los pies y la parte de cubierta. El torreón del ábside de la parte sur está destrozado en su base. Las dos habitaciones de sacristía tienen su cubierta en ruinas…”[16]
Debido al alto presupuesto presentado por el arquitecto, cifrado en 152.987 pesetas con 15 céntimos, el primitivo proyecto va a sufrir notables modificaciones y recortes, como la construcción de un baptisterio abierto al exterior, a los pies del coro, pero a pesar de ello, esta reconstrucción significará el mayor cambio que sufrirá la Iglesia, desde el proyecto de Hernán Ruiz III de 1585, pasando la nave de los primitivos 19 a 23 metros de longitud y levantándose una nueva espadaña de dos ojos con orientación sur.
Estas obras se iniciarán en 1947, continuándose durante los meses de julio a septiembre de 1949 para llegar hasta su total cubierta, con un presupuesto de mano de obra de 14.300 pesetas, y realizadas en esta primera etapa por Francisco Cabello. La segunda parte, también bajo la dirección de Francisco Cabello, se llevará a cabo durante los mismos meses estivales de 1950, correspondiendo a esa etapa su enlucido interior, la construcción del Coro, la colocación del piso y la terminación de la sacristía, con un presupuesto en mano de obra de 12.600 pesetas. La última fase de las obras, bajo la supervisión de Rafael de la Paz, se corresponde con el año de 1951, en el que se erigirá la torre y se dará término a la Casa Rectoral en su planta alta. El 15 de agosto de 1950 será inaugurada y bendecida la nueva iglesia parroquial, con la asistencia del obispo-prior, doctor Echevarría, y del gobernador civil interiono, D. Evaristo Martín, según relata el diario ABC en su edición del 16 de septiembre de 1950:
“...NUEVO TEMPLO PARROQUIAL EN GUADALMEZ.
Almadén 15.- En la vecina población de Guadalmez ha sido inaugurada y bendecida la iglesia parroquial y su casa rectoral. Asistieron al acto, entre otras autoridades, el obispo prior de las Órdenes Militares, doctor Echevarría, y el gobernador civil interino y presidente de la Diputación, D. Evaristo Martín. De los pueblos cercanos acudieron para asistir a la ceremonia nutridas representaciones...”[17]
Para su ornamentación interior se contó con los donativos de varios vecinos de la localidad y del Obispo-Prior de Ciudad Real que aportó la totalidad de los ornamentos sagrados, un cáliz, un copón y 3.000 pesetas.
Por su parte, la Corporación Municipal adquirió la imagen de Jesús nazareno, pagada mediante un pequeño aumento impuesto a los vecinos en una adjudicación de arroz. También compró las andas de San Sebastián y el reloj de la torre, con un importe de 30.000 pesetas procedentes de la subasta de las partes de tierra del Quinto.
La pila bautismal, en mármol blanco, fue donada por D. Manuel Mendoza Ruiz y el Vía Crucis, D. Fernando Márquez de Prado. La familia Rayo compró la imagen de San José, Estanislá Sánchez, la de la Virgen del Carmen y María la de Marcelo, la del Resucitado. D. Emilio Márquez y señora regalarán la imagen de la Dolorosa, Eugenia Castro la lámpara del presbiterio y D. José Alcaraz y González, la cruz veleta de la torre. La imagen de la Virgen del Rosario se deberá a una donación de Pedro Moreno Quero, la de San Sebastián, a D. Domingo García, la Purísima de Reparado Chamorro, el Corazón de Jesús, de Santiago de la Gama y la de San Isidro Labrador será el pueblo quien la adquiera. La hermosa imagen del Crucificado situada en el Altar Mayor, se debe a un donante desconocido.
El gasto de la construcción de los altares laterales, cinco en total, correrá a cargo de sus correspondientes asociaciones, salvo el de San Antonio, costeado por D. Andrés Moreno, que también donó su imagen, y el altar del Nazareno, abonado por el Ayuntamiento.[18]
Paralelo a la gran proliferación de Cofradías que se experimentó durante los siglos XVI y XVII, habría que encuadrar también el auge que se produjo en la construcción de ermitas, diseminadas por los diferentes términos concejiles y dedicadas a vírgenes y santos, según las características propias de cada una de las poblaciones. Estos pequeños templos, a parte de acercar la religión a los labradores y ganaderos a sus mismos lugares de trabajo, enlazaban con la idealización campestre que se irá formando durante el Renacimiento con el desarrollo de romerías y salidas al campo.
En la pequeña aldea de Los Palacios de Guadalmez, a parte de su templo parroquial, se llegaron a levantar tres ermitas, desaparecidas desgraciadamente en la actualidad, esparcidas a lo largo del camino que de la aldea se dirigía a Chillón. La más antigua de ellas, parece ser que era la dedicada al Señor Santiago, pues ya a finales del siglo XVII se encontraba en ruinas, como lo atestigua una anotación de 1690 en el Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia:
“... item se cargan cien reales por los mismos en que se vendió una campana de la hermita del señor Santiago por estar hundida la hermita que la compró el obrero de Chillon...”[19]
Aunque es probable, que incluso antes, la referida ermita ya estuviera abandonada, por lo que se puede deducir de un apunte del año 1655, en el que al enumerar los bienes de la Cofradía del Santísimo Sacramento, aparecen reflejados entre los mismos “...una sabana de Santiago...la lengua de la campana de Santiago...”[20]. Es decir, por aquel año, la campana de la ermita no tenía su lengua ni existía motivación para repararla, situación que bien pudiera dar a entender el total abandono del templo.
Esta ermita se encontraba situada en la Nava, camino de la villa de Chillón, dando nombre con ello a aquel paraje que sería conocido como la Dehesa de Santiago de la Nava, y tras quedar en ruinas, la imagen del santo se trasladó a la Iglesia Parroquial de la aldea. Aparece mencionada por vez primera en las Relaciones de Felipe II del año 1591, junto al resto de ermitas que existían en el señorío de Chillón:
“...hay otras ermitas muy devotas como son San Juan Baptista y Santiago y Santo Elifonso...”
Cada año, el día de su festividad, los vecinos de Los Palacios de Guadalmez realizaban una procesión con la imagen del santo, cuyos gastos ayudaban a costear con las cantidades sobrantes del importe de los 30.000 maravedíes que debían reunir, tras la venta de las hierbas, para el pago del Censo Enfitéutico por las tierras de la Vega de Valdesapos, a tenor de lo narrado en un documento de abril de 1619:
“... En las tierras que nuestro Señor tiene en término del dicho Lugar los cuales dijeron que los bienes los poseen en virtud de un titulo y Escritura de censo perpetuo que dijeron de que pagan a Vuestra Excelencia Treinta mil maravedis de tributo cada año... y que algunos años le sobran doce u trece mil maravedis y estos los distribuyen en las necesidades que se producen en comun y en la procesion que se hace del señor Santiago...”[21]
Otra ermita, cuyo titular era también un santo, fue la dedicada a Santo Domingo de Silos, situada en Puerto Mellado, y por tanto muy cerca de la anterior. Esta no aparece mencionada en las Relaciones Topográficas de Felipe II, por lo que con toda probabilidad, se erigiese a principios del siglo XVII y que en el siglo XIX ya se encontraba en ruinas, según Pascual Madoz, quien asegura que su imagen, de piedra labrada, fue llevada a la parroquia de Chillón.
La tercera de estas ermitas fue la erigida en honor de Nuestra Señora de los Remedios, y por lo tanto de carácter mariano, culto a la Virgen que se vio favorecido durante los siglos XVI y XVII gracias al impulso dado por la Contrarreforma frente a los planteamientos protestantes, potenciando la Iglesia con todas sus fuerzas, la devoción a María. Con la reforma protestante se llegan a cuestionar algunos dogmas relacionados con la Madre de Dios, y no es de extrañar por ello, que el culto a la Virgen María se utilizase como arma contra el protestantismo, ya que los teólogos católicos vieron en la figura de la Virgen a la vencedora de las herejías. El tema mariano aparecerá entonces con profusión en el arte, sirviendo como elemento catequizador de primer orden.
Si bien el lugar exacto que ocupaba la ermita nos es desconocido, por las descripciones y menciones de la misma, éste debía estar situado junto al pueblo, en el camino de El Puerto y pegado al arroyo de la Gavia. Así se desprende de un contrato del año de 1749, que señala:
“... una cerca inmediata a dicho Lugar (Guadalmez) que esta entre cercas por cima de el lindando con el callejoncillo que entra por bajo de la hermita de Nuestra Señora de los Remedios y con las primeras casas que están caidas...”[22]
O en otros dos documentos similares, uno de 1764, y el segundo, cincuenta años más tarde, en 1797, en los que se añade:
“...cruzando desde lo alto del puerto que da vista a Guadalmes y siguiendo el camino que va de este pueblo (Chillón) a aquel Lugar (Guadalmez) que pasa por Nuestra Señora de los Remedios...”
“...bajo de un mismo cerco, este y el que se vende y por otra con callejón que entra de la Virgen y sale a la Dehesa...”[23]
Como ocurriera con la ermita de Santo Domingo de Silos, ésta de Nuestra Señora de los Remedios no aparece tampoco en las Relaciones Topográficas de Felipe II, de finales del siglo XVI, y las primeras referencias escritas que tenemos sobre ella son del 5 de enero de 1655, fecha en la que Pascual Sánchez Romero, mayordomo de la Cofradía del Santísimo Sacramento y patrono de la ermita, interpone una demanda contra el albacea testamentario de Alonso Gallego, ya difunto, por la apropiación de los bienes de dicha ermita, cuando desempeñó el cargo de patrono de la misma:
“...En el Lugar de Guadarmes jurisdicion de la villa de Chillon en cinco dias del mes de marzo de mill y seis çientos y cinquenta y zinco años ante mi el infraescripto y testigos deste parecieron presente de una parte Pascual Romero patrono de la hermita y fabrica de Nuestra Señora de los Remedios y de la otra Juan Muñoz Piçarroso albacea testamentario de Alonso Gallego difunto, moradores en el dicho Lugar...”[24]
Gracias al referido documento, sabemos que la construcción de la ermita es anterior al año de 1654, es decir, el año en el que Alonso Gallego fue patrono de la misma, y otro dato que vendría a corroborar la existencia de la ermita a principios del siglo XVII, será la necesidad de llevar a cabo una reforma en el templo en el año de 1678, debido al mal estado que por esas fechas presentaba. Las obras emplearon a un maestro albañil y tres peones y supusieron un coste de 266 reales, repartidos de la forma siguiente:
“... çien reales que se le dieron a un albañil por adereçar la hermita de Nuestra Señora de los Remedios.
- más nobenta y un real que se pago a tres peones.
- mas quinçe reales de traer la cal y arena
- mas quarenta y quatro reales que costo la cal
- mas diez y ocho reales de setenta y dos tejas...”[25]
Si analizamos los materiales utilizados en la reconstrucción, se podría tener una idea de cómo debió ser la citada ermita, como un edificio de piedra, ya que en la anterior relación no se mencionan los ladrillos, unidas por argamasa de cal y techumbre cubierta de teja, sobre la que se levantaría una pequeña espadaña donde estaba colocada la campana de la ermita. Sabemos de su existencia, por que en 1695 se registra un gasto de 10 reales por aderezar la campana de la citada ermita: “... diez reales que costó el adereço de la campana de la hermita de Nuestra Señora de los Remedios...”[26]
La construcción de la ermita y la devoción a la Virgen de los Remedios debió ser impulsada desde la Cofradía del Santísimo Sacramento, ya que los mayordomos de dicha Cofradía asumían también el cargo de patronos de la ermita, y era la propia Cofradía quien sufragaba los gastos de cera y aceite que se consumían en la ermita, así como quien se hizo cargo de los gastos de su reconstrucción en 1678. También en los inventarios de bienes de la Cofradía aparecen siempre mezclados bienes de Nuestra Señora de los Remedios, y son sus mayordomos quienes adquieran los vestidos de la Virgen, que en el año de 1655 contaba con uno de Damasco Blanco y tres años más tarde se adquirió otro nuevo.
Por lo que respecta al momento de su desaparición, lo más lógico es pensar que debió suceder a finales del siglo XIX, pues aún en 1865 aparecen referencias a la Virgen de los Remedios, como en el testamento que hicieron Joaquín Pizarro y Águeda Rayo, en el que se señala:
“mandamos que a la Virgen de los Remedios de esta aldea, que retocamos y vestimos a nuestra costa...”[27]
[1]SANZ SANCHO, Iluminado: “La Iglesia y el Obispado de Córdoba en la baja Edad Media. 1236-1426” Tomo I. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, 1989. (Tesis Doctoral)
[2] SANZ SANCHO, Iluminado: “La Iglesia y el Obispado de Córdoba en la baja Edad Media. 1236-1426” Tomo I. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, 1989. (Tesis Doctoral)
[3] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro II de Bautismos.
[4] Archivo General del Obispado de Córdoba: Visitas. 1585
[5] Archivo General del Obispado de Córdoba: Visitas. 1589
[6] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia. Año de 1639
[7] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia. Año de 1648
[8] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[9] Archivo Histórico Provincial. Protocolos Notariales. Signatura 4.920
[10] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[11] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[12] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia.
[13] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Visitas Pastorales. 24 de noviembre de 1899.
[14] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia. 1715
[15] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia. 1715
[16] SÁNCHEZ CONDE, Miguel: “Proyecto de reconstrucción de la Iglesia de Guadalmez” Madrid. Febrero de 1945.
[17] Diario ABC. Madrid 16 de septiembre de 1950. (Pág. 25)
[18] Archivo Parroquial de Guadalmez. Documentos de la obra de la Iglesia y Balance económico del proyecto.
[19] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia.
[20] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[21] Archivo General de Andalucía. Sección Comares (Marquesado). Legajo 23. Pieza 29
[22] Archivo Provincial de Ciudad Real. Protocolos Notariales.
[23] Archivo Provincial de Ciudad Real. Protocolos Notariales.
[24] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[25] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[26] Archivo Parroquial de Guadalmez. Libro de Cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento.
[27] Archivo Provincial de Ciudad Real. Protocolos Notariales.
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